O al porno le gusta la interactividad, según se vea. Sí, amigos interactivos, la relación entre esas mujeres (u hombres) fogosas y entregadas en sus webcams, dispuestas a convertirse en tu cyberpresa en las noches entre semana en que el sueño es poco y los kleenexs, muchos, y los muchos internautas portadores de esos kleenexs, es de lo más interactiva.
Tan sólo una cámara y un chat convierten a dos individuos desconocidos entre ellos en dos donadores y receptores de sexo potenciales, comunicándose sudorosamente y compartiendo una experiencia tan instintiva como culturalmente pudorosa.
Aunque al final simplemente la interacción virtual sea para aumentar la cuenta de visitas y la cuenta bancaria de un portal color carne, y pese a que siempre dicha interactividad acabe con un teclado pringoso de vida desaprovechada y una visita al aseo para conservar la lisura y pulcredad del ratón, debemos considerar la poderosa dimensión interactiva del porno en la web.